domingo, diciembre 31, 2023

Lecturas del 2023 (primer intento)

 Hola, blog. ¡Tanto tiempo! Otro año de lecturas para compartir. En esta ocasión, sin embargo, debo advertir que no estoy tan seguro de que esté reseñando todo lo que leí en el año, por varias razones. Este año pasamos casi seis meses fuera de casa, así que dejamos libros terminados por el camino, de los cuales puede que no haya dejado registro. Nos mudamos el año antepasado y antes de salir de viaje no estaba todo ordenado, así que el espacio para guardar los libros del año todavía no estaba bien definido. Es decir que, como el año pasado, puede que luego me encuentre por ahí libros que leí y olvidé. También, como tal vez sepan, ya no guardo sino que regalo los libros leídos, aunque intento no hacerlo hasta no haberlos registrado acá. Pero como el lugar de los libros del año no estaba definido, puede que haya regalado alguno de los del 2023.

En fin, la vejez. 

El mejor libro del año fue uno del que puedo decir poco: El Castillo Solitario en el Espejo de Mizuki Tsujimura. Se supone que es una novela ligera de fantasía para adolescentes sobre jovenes que no pueden ir al colegio, quienes son reunidos en un enigmático castillo que está del otro lado de un espejo. El castillo les pone un acertijo para concederle a alguien un deseo, pero solo tienen un año para descifrarlo. Después de posicionar la historia, el libro se pone un poco tedioso pues no pasa mucho, pero cuando se acerca al final, empiezan a desenredarse los nudos de una forma maravillosa. El libro termina con uno de los giros más geniales que he leído en mucho tiempo, pero el cual no puedo comentar sin tirarme la historia. Hicieron una serie animada de Netflix del libro, pero la verdad dudo que logre el climax que consigue el libro. Este libro fue una recomendación @kaya5678, una amiga de los juegos de mesa. Muy agradecido. 

Muy cercano a mejor del año fue Out de Natsuo Kirino. Esta es una novel gore y decadente sobre cuatro mujeres de los bajos estratos de la sociedad japonesa que trabajan en una fábrica de almuerzos por las noches. Una serie de sucesos infortunados termina enredándolas en un crimen que las va consumiendo hasta sus inevitables consecuencias. Este es un libro difícil de clasificar. Tiene sus tonos de novela negra pero no lo es. También es crítica social, pero no es su corazón. Tal vez thriller psicológico sea lo que se acerque más. En todo caso es super apasionante y casi que no la puedo soltar. Hubo hace años una traducción al español, pero no se si se consigue.


Por supuesto, Guerra y Paz de Tolstoi no requiere presentación. Se entiende porqué es considerada una obra maestra. Es raro que un libro de hace 200 años se sienta tan actual y fascinante — lo cuál no me pasó con, por ejemplo, Moby Dick. Es la historia de la campaña de Napoleón contra Rusia vista desde diversos ángulos de la sociedad rusa: desde los salones de Moscú y San Petersburgo, hasta los campos de batalla. El libro explora a profundidad las complejidades de la vida de múltiples personajes, y reflexiona sobre las dificultades de la historiografía. Una joya. Muy entendible que haya sido un libro predilecto durante la pandemia. 

Quiero también mencionar la colección de cuentos de Sayaka Murata "Ceremonia de la Vida". El holo conductor es la comida como parte de la vida. Los dos primeros cuentos del libro son delirantes, pero después va decayendo. Si les pasa por las manos, pueden echarle un ojo. 

Ahora, el año empezó terminando a las malas La Novela Luminosa de Mario Levrero. El libro se divide en dos: primero es el diario del autor, quien recibió una prestigiosa beca para dedicarse a escribir una novela, la cual nunca termina pero incluye como borrador en la segunda parte del libro. Levrero es chistosito, así que no es aburrido leerlo, pero el libro no va para ningún lado.

Este año leí mi primer libro de Lem: Ciberiada. Es una colección de cuentos sobre dos súper científicos y sus aventuras. Lem venía muy recomendado por lo que tenía muchas expectativas, lo que no ayudó mucho. Los cuentos no están mal, son divertidos e ingeniosos, pero el uso indiscriminado de argot científico cansa, y el ambiente general de los libros no me atrapó. Compré otros dos libros de Lem, a ver si me va mejor. 

Después de darle muchas largas —¡más de una década! — leí Autogol de Ricardo Silva, un amigo de la casa. La verdad me costó empezar muchas veces porque... porque yo no sé porqué uno querría leer sobre ese episodio tan triste de la historia colombiana. Fue una conversación con Ricardo este año: yo siento que los autores colombianos, y algunos latinoamericanos, están atrapados en estas historias de miseria y violencia, a las que uno no quiere dedicar sus ratos de ocio. Por supuesto, el libro está bien escrito, aunque el móvil de la historia es un poco reforzado. La segunda mitad, una vez se ha asimilado el tema, es más entretenida. Al final, el personaje principal tiene una discusión sobre el título del libro que queda en el aire sin resolver y me pareció de una elegancia soberbia. En últimas, que bueno que me anime. 

Me antojé en la librería de una colección de cuentos de autores reconocidos japoneses. Tuvo sus buenos momentos, pero nada para resaltar. Leer colecciones de cuentos en japonés es un poco difícil porque cada nuevo autor trae sus propias mañas lingüísticas y cuando me voy acostumbrando a ellas, cambia el autor. 



Viajando por Colombia leía "Canción de antiguos amantes" de Laura Restrepo. Revisando pasados años, recordé que había mejorado my concepto de Restrepo. Sin embargo, este libro lo cogí porque el tema es cercano a mi tema de trabajo — la ayuda humanitaria — así que me interesaba saber si aportaba una mirada diferente. Y, pues no. A pesar de intentarlo, la historia de Yemen, Somalia y Etiopía queda atrapada en lo que occidente quiere decir de ella. Lástima. 

No estuvo mal el 2023, aunque muy agitado. Leí menos mangas, y me fui aburriendo de los que seguía—te hablo a ti, Chainsaw Man. En Colombia saqué el tiempo para jugar y terminar Ghost of Tsushima, y para ver The Wire. Me aguanté las ganas y no he cogido Zelda, pero ya casi. Vi bastante anime y ha estado muy divertido. 

En el 2024 seguiré mezclando lecturas en español y japonés. Estoy por acabar un libro, pero ya no alcanzo este año. En Colombia compré un montón de cosas, así que las iré cogiendo según el estado de ánimo. Tal vez empezaré con Los Libros de Jacob, un regalo muy apreciado. 

Les deseo todo lo mejor para el nuevo año. 

::::::::::::::::::::::::::::::::
P.D., En algún momento leí "Planos Paralelos" de Úrsula K. Le Guin y recuerdo que me gustó. Sin embargo, vine al blog a buscar registro y no lo encontré, así que pongo este comentario aquí para dejar constancia. 

La vejez. 

Cambio De Planes / Changing Planes (Biblioteca De Autor): Amazon.co.uk: Le  Guin, Ursula K.: 9788445075487: Books

jueves, diciembre 28, 2023

P.D., 2022

 


Parece que el año pasado también leí El señor de las Moscas, un clásico que tenía pendiente. Trata de unos niños que resultan atrapados en una isla deshabitada y tienen que organizarse para sobrevivir. El libro relata de manera cruda pero convincente como los niños empiezan cooperando, para luego devenir en división y conflictos hasta sus últimas consecuencias. Bien merecido 

domingo, enero 01, 2023

Lecturas del 2022

 


Señoras y señores, buenas noches. Otro año que se va, aún un poco enredado con “la nueva normalidad” que no deja de extrañar. Solo hasta octubre dejó Japón las restricciones de frontera, que hacían difícil planear viajes. La situación de nuestro hogar se ha ido normalizando poco a poco y ya empezamos a hacer planes a largo plazo de nuevo. Por otro lado, la situación en Ucrania no deja de ser una fuente constante de desasosiego e impotencia, con importantes consecuencias para el futuro.

Como pueden apreciar, fue un año inusual para las lecturas. ¡Solo un libro en español! ¿Un cambio estructural? No lo sé, no lo creo, pero quién sabe. Por lo pronto, el reporte. 

Varios factores contribuyeron a este resultado. Primero, el libro en español que había elegido para empezar el año, no me cogió pero tampoco estaba tan malo cómo para dejarlo. Por los huecos se fueron colando las otras lecturas, que por ser en japonés no parecían ser amenazadoras, pero que en últimas se apropiaron del espectro. Aún me propongo terminar dicho libro, así que no revelo su identidad por ahora.

Otro factor fue la no ficción. Para ser más específicos, las más de mil páginas de la historia de la Ilustración, que disfruté durante casi todo el primer semestre. El libro, escrito por Ritchie Robertson, va muy recomendado. 

El último factor es la combinación de placer y dolor que me produce leer en japonés. Como creo haber descrito antes, no deja de fascinarme el sentarme ante un texto escrito en ideogramas y poder entenderlo. Imagino que lo mismo sentimos todos al empezar a leer cuando niños, pero pronto se vuelve un suceso corriente. Para mí, no ha dejado de serlo. Sin embargo, aún estoy lejos de poder leer con la fluidez con puedo hacerlo en español o en inglés, así que es un proceso aún lento que no me permite leer más. 

En fin, el mejor libro del año fue el último que leí: Eugenia de Riku Onda. Cuenta la historia de un crimen atroz sucedido varias décadas atrás, que alguien está intentando investigar entrevistando de nuevo a los involucrados. La historia en sí tiene sus debilidades, pero la manera en que la historia toma forma a través de las historias vistas desde diferentes puntos de vista está muy bien lograda. El libro gira alrededor de la ominosa presencia de una niña ciega, que crea una tensión constante a lo largo del libro y llega, en mi opinión, a un desenlace satisfactorio. Lamentablemente, el libro no parece haber sido traducido al español, pero hay ediciones en inglés y francés. 

Este libro, cómo casi todos los demás, lo encontré buscando las novedades traducidas recientemente al inglés. Esto porque los libros que recomienda H—quien desde el año pasado lee a un ritmo desaforado—nunca terminan por gustarme mucho. Ese fue el caso de Kuchu buranko, traducido Trapecistas Voladores, de Hideo Okuda. El libro es un conjunto de historias de un particular médico psiquiatra y sus métodos poco convencionales. Entretenido.

De Yoko Ogawa había leído el libro sobre matemáticas que encontré traducido en una librería de la UNAM. No me gustó mucho, pero como parece ser bien conocida, decidí intentar algo diferente. Empecé con un libro de cuentos ligeramente entrelazados con un título que traduce “Cadaver taciturno, funeral obsceno”. Estuvo chévere, así que seguí con la novela “La Policía de la Memoria”, que también estuvo buena. Esta última, la historia distópica de una isla dónde la policía puede eliminar los recuerdos, fue publicada en español el año pasado.

Heaven de Mieko Kawakami fue nominada al premio Bookers del año pasado. Es la cruda historia de bulling en el colegio. Fue un poco demasiado explícita en un tema en el que no lo soporto—i.e., niños—pero no estuvo mal. El final no me convenció. Leí otra novela corta de ella, “Pechos y huevo”, pero no me gustó.

El Ladrón de Fuminori Nakamura estuvo entretenido. Sin ser muy pretencioso, ofrece una fantástica historia de raterismo en Japón—es decir, ficción verdaderamente ficticia—parcialmente inspirada en el arte del raponeo inglés. Simpático, aunque no me gustó que el final del libro parece estar conectado con otro libro que no me nace leer. Leí, en todo caso, otra novela de él, “Mi aniquilación”, sobre un extraño crimen relacionado con un cambio de identidad. Empieza bien pero se torna insoportablemente inverosímil hacia la mitad. Quizá por eso fue que disfruté tanto Eugenia, que corría el mismo riesgo pero sale bien librada.

Este año de lecturas en japonés me devolvió a mi juicio exigente para con la literatura contemporánea—algo que había pensado re-evaluar el año pasado viendo a H leer y leer sin quejarse. Ni modo, en la medida de que me mejoro mi habilidad con el lenguaje, me vuelvo menos tolerante. Intentaré no exagerar.

El único libro que leí completo en español fue Arsenio Lupán y la aguja hueca. Fue una lectura rápida y entretenida. Lo cogí porque el hijo sacó de la biblioteca un libro sobre obras recomendadas de la literatura universal—o sea, Europa y Estados Unidos—y este título y Dr. Jekyll y Mr. Hyde le llamaron la atención. No sé porqué nunca antes había leído Lupan, si leí todo Holmes y algo de Poirot. Tal vez con ellos quemé esa etapa de la vida. Curioso que el protagonista sea el criminal, lo que pareciera mostrar los extremos de la rivalidad entre ingleses y franceses en ese momento de la historia. 

Traté de explicarle al hijo que aquella literatura de universal no tiene nada. Ojalá ya hayan dejado de usar ese mote engañoso.

¿Qué pasará en el 2023? En el horizonte hay un viaje que puede cambiar los planes de lectura. Tengo ganas de leer Guerra y Paz, pero aún no me decido. Ya hay un par de libros japoneses en la pila, con otro montón de cosas en español que no he leído. Sigo leyendo manga, viendo anime, y jugando juegos de mesa, que sustraen tiempo de lectura. Este año también vi una que otra serie de tv, ahora que tenemos acceso a los servicios de streamming. Quizá la amenaza más grande en el horizonte es la inminente llegada de la segunda parte de Zelda, el cual hace unos años se llevó más de cien horas de lectura—o proporcionó senda horas de placer. Este año también jugué hasta la saciedad Hades, el extraño caso de un juego de video que ganó un premio literario. La segunda parte también fue anunciada.

En todo caso, ojalá estos problemas del primer mundo sigan siendo lo más angustiante del año para todos, y que la vida siga llena de bonitas sorpresas.

Feliz 2023. Besos y abrazos.


domingo, septiembre 04, 2022

Lenguaje extraterrestre

Hace unos meses se comentó en “las redes” un video en el que una mujer afirmaba poder comunicarse con alienígenas.  Luego de aducir no se qué razones para explicar su don, la susodicha se largaba a “hablar” en una retahíla incomprensible. El video es alucinante, sin duda, y no solo por la ridiculez. Por un lado, nos recuerda lo frágil del conocimiento, pues por más que uno intente, es imposible desmentirla del todo. Incluso habrá quien le crea. 

El fenómeno no es un asunto nuevo. Precisamente leí en la recientemente publicada historia de la Ilustración escrita por Ritchie Robertson sobre un caso similar a comienzos del siglo dieciocho. Un tal George Psalmanazar, al parecer el pseudónimo de un francés, publicó un libro titulado La Historia de Formosa (antiguo nombre de Taiwán), en el que se hacía pasar por oriental e incluso hablaba un lenguaje inventado de la isla. Robertson asocia el fenómeno a una gran demanda por historias de viajes en Europa occidental por aquellos días. Trescientos años después, con pleno conocimiento de casi todos los rincones de la tierra, es posible que solo otros planetas nos ayuden a calmar esta curiosidad innata, llevando a algunos al delirio del video.

Hay aún otra dimensión en la que el video es menos extraordinario de lo que parece. Almorzando con una estudiante de Bangladesh, esta se quejó de que en la escuela les enseñan a leer el alfabeto árabe pero no el idioma per se. El objetivo es que puedan recitar el Corán, parte fundamental de su cultura musulmana, que al parecer no hace falta entender.  Con esto, cualquiera con talento puede ser capaz de cantar las oraciones tan bellas con las que las mezquitas llaman cinco veces al día. Tal vez fuese similar cuando las misas eran en latín, aunque el hecho de no entender parece una desventaja no despreciable. 

La historia de Bangladesh me recordó que un ejemplo similar está más cerca del corazón. Y es que aún batallo una hora al día tratando de enseñarles algo de español a los hijos. Ellos también son capaces de recitar cualquier libro pues aprenderse las letras y sus sonidos es relativamente sencillo. Sin embargo, entender y usar el idioma es una historia completamente distinta. A pesar del sudor y las lágrimas de todos estos años, es un poco desalentador lo poco que se avanza si todo al rededor está en otro idioma.

Algo interesante, y a la vez paradójico, es que el hijo mayor ha empezado a avanzar un poco más ahora que entiende que es un verbo, que es el sujeto y predicado de una oración. Parece que con estas nociones básicas es un poco más fácil cambiar el chip a otro idioma. Pero es paradójico, porque es este aprender a través de la lógica lo que nos separa de los hablantes nativos y de su uso instintivo de la lengua.  

Así que, quizá los hijos no llegarán a ser hablantes nativos del español, aunque aún guardo la esperanza de que lleguen a dominar este idioma que aún les parece medio extraterrestre. Y si en algo se parece su experiencia a la de la señora del video, entonces su logro es más bien modesto y lo realmente importante sigue bastante lejos. 

viernes, diciembre 31, 2021

Lecturas del 2021

 


Según el Shintoismo, todas las personas son particularmente susceptibles a la mala suerte a ciertas edades. Los años son distintos para hombres y mujeres durante la adultez, pero son los mismos en la niñez y la vejez. Aunque la selección no deja de ser arbitraria, los años de posible mala suerte coinciden con tiempos de cambio, como la adolescencia o el alumbramiento. Así que, más que una estrategia para vender amuletos, la tradición es un sano recorderis sobre las multiples formas de la fragilidad de la existencia.

Los años peligrosos suelen venir de a tres: el principal, el de antes y el de después. El 2020 fue el preludio, así que este era el año principal de mi mala suerte. ¡Y qué año tan complicado que fue! Como si la pandemia no hubiese complicado la vida lo suficiente, H requirió una cirugía mayor. El prospecto de una despedida prematura y todas las implicaciones de la operación trastocaron nuestras rutinas y nos transformaron para siempre. Aunque cerramos el año hasta cierto punto recuperados, seguiremos en suspenso por varios años. 

En cuanto a las lecturas, el año empezó bien. Acorde a lo planeado, comencé leyendo Exhalación de Ted Chiang. El primer cuento de la selección es maravilloso: una historia de viaje en el tiempo recreada en el contexto de las mil y una noches. La combinación está tan bien lograda, que me recordó lo mucho que me gustaban esas historias de Medio Oriente, de las cuales siempre había querido leer una traducción completa del original. Aproveché la emoción para comprar una edición reciente de cuatro tomos que ganó un premio de traducción y espero leerla en los próximos años. Los otros cuentos no estuvieron mal, pero creo que la primera colección es mucho mejor. 

El mejor libro del año fue Desierto sonoro de Valeria Luiselli. Cuenta la historia de varias separaciones, incluyendo las penurias de los migrantes centroamericanos intentando entrar a los Estados Unidos. La historia tiene un quiebre espeluznante en el medio muy bien logrado, que me atrapó y me llevó arrastrado hasta el climax. Me recordó un poco Leyenda de un Suicidio, de David Vann. Tiene una parte experimental que al comienzo me pareció superflua, pero al final me gustó. Súper recomendado. 

Luego se colaron dos libros que estuvieron más o menos. Primero Dos años, ocho meses y ventiocho noches de Salman Rushide. Este es un regalo que había recibido muchos años atrás y que resultó hacer referencia a las mil y una noches. La historia es la confrontación de unos genios (los de las lámparas) por dominar el mundo. Entretenido. La coincidencia inesperada con Ted Chiang fue un aliciente más para leerlo. 

Después vino Razones para desconfiar de los vecinos de Luis Noriega. Esta fue una compra al azar de mi última visita a Bogotá en el 2018. Nada que resaltar. Sin embargo, quiero apuntar que H me ha hecho  sentir que soy demasiado exigente con mis lecturas colombianas. Debido a la operación, ella ha vuelto a dedicar bastante tiempo a la lectura, casi exclusivamente a literatura japonesa contemporánea. Mucho de lo que lee parece no haber sido nunca traducido, y dudo mucho de su calidad, pero ahí igual se entretiene y no se queja. Creo que debería leer la literatura colombiana con ojos similares. 

Cuando las malas noticias golpearon la puerta, resultó que las lecturas no fueron de suficiente consuelo. Dure varios meses atascado con Moby Dick. En su lugar, aproveché para ponerme al día en anime (animación japonesa). Fue una gran sorpresa descubrir que no había visto prácticamente ninguna de las mejores series de los últimos veinte años. Es decir, desde que vine a Japón. Como a los lectores esto tal vez no les interese mucho, dejo la lista de lo que he visto para un anexo, pero les digo que hay cosas muy buenas, que aún no me aburro, y que no me llama la atención ver las series de Netflix o HBO que todo el mundo comenta. 

Terminé Moby Dick un poco a la fuerza, pero fue una buena experiencia. Me recordó una película de Quentin Tarantino: un largo y algo monótono nudo con un violento desenlace. Leyendo a Meville sentí como ha cambiado la literatura con los años. Bueno eso de leer clásicos. 

El libro de cuentos de Somerset Maugham fue un extraordinario descubrimiento. Parece que Maugham fue muy famoso en su tiempo pero nunca lo había oído nombrar, hasta que un compañero de Nueva Zelanda me lo recomendó. Maughman se oponía al canon chejoviano, escribiendo sin adornos y directo, sin suspensos innecesarios. El resultado es fresco, diferente a lo que se escribe hoy en día. Refleja además la cultura colonial del imperio británico en Malasia y el Pacífico, lo que hoy en día es un poco chocante pero importante no olvidar. Lo disfruté mucho e intentaré leer algo más en el futuro próximo. 

Cerré el año con unos cuentos de ciencia ficción de Karen Russell. Estos fueron una recomendación en Twitter, ya no recuerdo de quién. Estuvieron bien pero no los pude disfrutar del todo, no se muy bien porqué. Tal vez sea porque el contexto estadounidense me interese más bien poco. Pero, ojeando de nuevo los cuentos, la colección no está mal. 

No recuerdo bien que leí en japonés, pero revisando las reseñas del año pasado, creo que se ma han pasado un par de títulos por nombrar: una novela con trasfondo matemático, la ecuación que amo el doctor de Yoko Kogawa, y una adaptación de Macbeth al beisbol, Un rey de Kotaro Isaka. Ninguno de los dos nada muy especial. 



Por último, este año leí mucho más manga de lo esperado. El éxito de Demon Slayer se le contagió a los hijos, quienes compraron los primeros volúmenes y ahí me les fui pegando hasta que acabamos los 23 tomos. Estuvo entretenido eso de leer entre todos y comentar lo que iba pasando. Dado el tiempo que toma leer un libro, no veo probable que pase algo semejante con ellos, así que ya me veo en el futuro próximo intentando con otros títulos. Sin embargo, la segunda serie que leí, For your eternity, no les gustó tanto, así que la formula no parece infalible. Ambas series estuvieron muy entretenidas. Vale la pena seguir intentando. 


El próximo año es el último de la mala suerte. Ojalá que así sea. Quién sabe que leeré, pero todo será una celebración de la existencia, de gratitud por seguir sanos y de compartir con la familia tanto como sea posible. 

Un abrazo y los mejores deseos para el 2022. 

*******************

Anime del 2021:

+ Code Geass: Entretenido, con un buen final. 

+ Steins Gate: Una interesante variación del viaje en el tiempo. Muy bueno.

+ Haikyuu: Historia de volleybol. Como supercampeones pero sin fantasía. Más o menos entretenida (sacrilegio).

+ Madoka Magika: Lo máximo. Todo el mundo debería verla.

+ Stand alone complex: No tenía ni idea de que había una serie de Ghost in the Shell, con música de la misma de Cowboy Bebop. Nada más que decir. 

+ Monogatari series: Indescriptible. Un placer culposo. Hay partes aburridas, pero las partes buenas son muy buenas. Las repetiré. 

+ Fate: Una serie de magia entretenida. El japonés en Zero es un poco complicado, pero igual creo que entendí la historia. 

+Sword Art Online: Una mezcla de juegos de video y el mundo real. El primer capítulo es impecable: una muestra de cómo se puede sentar las bases para una historia de ciencia ficción sin que sobre o falte nada. Muestra además la relación romántica de los protagonistas de una forma muy real, que nunca había visto en otro anime, que recuerde. Sin embargo, la serie se va poniendo pesada y va perdiendo el lustre, sobre todo en la tercera temporada. 

+ Made in Abyss: Una niña y un robot van explorando un hoyo gigante lleno de secretos. Este año que viene continúa. Muy bueno.

+The melancholy of Susumiya Haruhi: una niña con poderes especiales amenaza con destruir el mundo, y sus invenciones tratan de detenerla. Entretenida. 

+ Clannad: El novelon. La segunda temporada es una cosa muy atípica a lo que suele pasar en las series románticas. Impactante. 

+ Romeo's Blue Skies: Una serie de 1995 basada en una novela suiza sobre niños obligados a limpiar chimeneas. Extraño como era de normal mostrar violencia contra los niños en esos días. Una mención a Moby Dick en medio de la serie me empujo a continuar leyendo. 

+ Shōwa Genroku Rakugo Shinjū: Un drama sobre el Rakugo, los cuenteros tradicionales japoneses. Inusual e interesante. 

+ Aku no hana (las flores del mal): Una historia retorcida inspirada en el libro de Baudelaire. Ahí mas o menor. 

+ Evangelion! La cuarta película salió por fin, dando fin a la serie después de más de veinte años. Contra todos los pronósticos, bien terminada. Además, el final dio pie a un documental sobre el director. Genial. 

viernes, febrero 05, 2021

Investigadores privilegiados

 Hola blog, 

Hoy llegó un correo desde la Cancillería invitando a participar en un estudio. Ya en el pasado me había molestado porque el ministerio prestara su lista de correos de colombianos en el exterior para asuntos diferentes a los específicamente consulares—en su momento, el difunto ex-ministro Trujillo uso esta lista para promocionarse. En esta ocasión, por tratarse de una investigación, podría pensarse que el fin justifica los medios. Pero, me pregunto:

+ ¿Podemos los investigadores colombianos pedirle a la Cancillería que nos deje usar su lista de correo para hacer nuestras propias encuestas? 

+ ¿Por qué comisionan a una universidad extranjera para hacer algo que bien se puede hacer en Colombia? 

Mentiría si dijera que quiero saber porqué se hacen las cosas de esta manera. Seguro que solo aumentaría la desilusión. 









jueves, diciembre 31, 2020

Lecturas del 2020

 


Dicen los optimistas que los desastres son oportunidades, pero no aclaran que no lo son solo para las buenas intenciones. Las malas lenguas aseguran que el desorden lo aprovechan algunos para saldar cuentas pendientes. Hace ya casi diez años, algunas de las personas que entrevisté después del tsunami mencionaron el rumor de que la yakuza había estado matando rivales, para tirarlos luego entre los escombros. Revolcados en el lodo, entre otros tantos miles, ¿quién iba a notar la diferencia?. Que parezca un accidente, como decían los malos de las películas de mi niñez—¿todavía dicen así? 

Pues este año tan nefasto casi no pude leer y es toda su culpa. El cadaver de las horas perdidas es nada en medio de los millones de vidas perdidas. Nadie se va a extrañar porque no se haya cumplido una meta o por haber abandonado algún plan.  Al contrario: el menor logro es motivo de celebración. Sobrevivir es suficiente para darse por bien servido. 

Sin embargo, en el fondo queda la sospecha de que el desastre es una excusa, que pudo haberse hecho mucho más.

Si mal no recuerdo, empecé con el pie izquierdo, intentado un libro en japonés que no me cogió, que no iba entendiendo, y que dejé tirado. Me preocupa porque ya después no leí nada más en japonés este año. Estaba leyendo en el iPad porque el diccionario del Kindle no es tan bueno, pero leer por la noche de la pantalla me estaba dañando el sueño—por casi dos meses tuve que tomar medicación para pode dormir. He estado pensando en comprar un Kindle para leer en japonés, pero me parece un gasto innecesario... Aunque creo que en últimas tendré que hacerlo ahora que el prospecto de vivir en otro país se ve tan lejano. 

Por un comentario de @SaninPazC había comprado dos libro de Tomas González. Empecé con La Luz Difícil, que se termina en dos sentadas, y varios meses después leí La historia de Horacio, la cual necesita más sentadas, pero no muchas más. Ambos libros estuvieron muy bien. Divertidos pero a la vez trascendentales. Una pena que los libros en español tiendan a ser tan cortos. ¿Por qué será? Me preocupó un poco que a pesar de la distancia entre los dos libros, sentí que ambos libros fueron el mismo: la historia de alguien que se muere. Quiero leer algo más para salir de la duda. Recibo recomendaciones. 

Una prima me recomendó Los Ríos Profundos de José María Arguedas, un autor peruano con raíces indígenas que narra las desventuras de las sociedades mestizas que quedaron en el país. No me llama la atención la literatura de esa época y de esa temática, no sé por qué.  Tal vez no he dado con el autor adecuado—en 2016 leí Todo se desmorona de Chinua Achebe, quien hace algo similar para el caso de Nigeria de una manera magistral. No estuvo mal, pero tampoco lo recomiendo. 

Gracias a un trino de @Graograman había dejado comprado Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enriquez. Este libro fue quizás el hit del año. Llevaba muchos, muchos años sin leer un libro de historias de terror, lo que solía hacer con avidez durante la adolescencia. Aunque no recuerdo mucho de esos tiempos, en los cuales brilló Poe y Lovecraft, esta colección no tiene nada que envidiarles. Claro que lo mejor fue haber dejado el libro tirado por mucho tiempo y olvidar de qué se trataba. Así el golpe del primer cuento fue más fuerte. Reconozco que al final ya se iba poniendo repetitivo, pero creo que es algo común en el género. En todo caso, muy agradecido con Humberto—seguiré comprando compulsivamente sus recomendaciones.



Otra recomendación que llegó por Twitter, esta vez de @mkal121 . fuel Las muertas de Jorge Ibargüengotia. El trino original alababa el autor y la obra por la calidad de su humor, lo cual no es tan fácil de lograr en la literatura, me parece. Por ello le hinqué el diente y, aunque estuvo muy bueno, no encontré el libro gracioso. Si de humor se trata, Tomás González me sacó más carcajadas. En su lugar, lo negro de la historia de Las muertas de un burdel en México me recordó de alguna manera la literatura de Roberto Bolaño. Recomendado, aunque no es fácil de conseguir. 

El 2018 y 2017 fueron años de excelente ciencia ficción, así que con el hueco del 2019 estaba con ganas de más. La Trilogía de la Tierra Fragmentada de N.K. Jemisin recibió premios por cada uno de sus volúmenes así que prometía. Se trata de unos seres con el poder de controlar los terremotos en un planeta imaginario, quienes son pseudo esclavizados por el resto de la humanidad porque sus poderes son necesarios pero peligrosos—cada cierto tiempo provocan estaciones, que son largos periodos de actividad volcánica en la que la vida sobre la faz del planeta peligra con extinguirse. Son más de mil páginas, sin duda bien escritas, pero no están al nivel de la trilogía Cixin Liu o Ted Chiang. A propósito: ya tengo en mis manos la traducción de Exhalación y es de lo primerito que leeré en el 2021. 

El estimadísimo @agaviriau siempre menciona Fahrenheit 451 de Ray Bradbury pero no lo había leído. Me lo topé baratísimo en español en Amazon Japan, así que aproveché y lo compré. El mundo sin libros pero con más televisión y drogas es de verdad escalofriante, de alguna manera parecido a lo que tenemos hoy. sin embargo, la historia no es redonda y, por razones que no se explicar, el libro me hizo pensar en los miedos de los papás cuando lo veían a uno pegado al computador o al nintendo todo el fin de semana. Creo que las distopias del futuro cercano van a tener otra forma, aunque Farenheit 451 seguirá siendo un referente. 

Un compañero del trabajo le gusta la ciencia ficción y me recomendó leer Cuna de Gato de Kurt Vonnegut. Un libro muy loco sobre... ¿la bomba atómica? ¿El fin del mundo? Estuvo entretenido y fácil de leer. Seguramente leeré el otro libro famoso del señor. 

Por último, al fin leí Corea: Apuntes desde la cuerda floja de Andrés Felipe Solano, que @apelaez1 había recomendado hace rato y el cual me causaba curiosidad por la cercanía.  Me pareció bien escrito e interesante, sin los manierismos propios de la literatura de viajes. Sin embargo, me pasó una cosa súper extraña: me chocó enormemente que Andrés Felipe fume copiosamente. Me pregunto si comprando otro de sus libros esté pagándole el vicio, así que creo que no lo haré. Me estoy poniendo viejito. 

Este año leí más no-ficción en el tiempo para la literatura. Leí la famosa historia del cáncer que llevaba años en el estante, así como un par de libros sobre el Antropoceno, y un libro sobre la ética de los riesgos existenciales. También hubo algo sobre el declive de occidente y As if de Kwane Anthony Appiah. No todo tan bueno, pero eso queda para otra ocasión. 

¿Qué traerá el 2021? En el Shintoismo cada año las personas que cumplen cierta edad se les pronostica un destino peligroso, de cambios bruscos. Para mí, es este año que entra. Así que el pronóstico es reservado. O por los menos tendré otro desastre que culpar. 

Les deseo todo lo mejor para el 2021. Abrazos.